Mi nombre es Sebastián, tengo 44 años y así empieza mi historia.
En marzo del 2016 me encontré un bulto de 2 cms. debajo del cuello, por lo que fui a consultar a un médico de una emergencia móvil. Este médico me dijo que no me preocupara que sólo era un ganglio inflamado y que en un par de días se me pasaría. Pasada una semana esto seguía igual y consulté con otro médico de medicina general de mi mutualista, él me dijo que no me preocupara, que sólo era un ganglio inflamado pero que por las dudas me hiciera unos exámenes de sangre. Al mes regresé con los estudios y eran normales, salvo que identificó que las plaquetas estaban poquito bajas, ante lo cual me dijo que no me preocupe que volviera en agosto ya que los ganglios pueden estar meses inflamados.
Con ese diagnóstico, volví a mi casa y por unos días no me preocupé más. Pero pasaban los días y al ver que el bulto no desaparecía y que además me habían aparecido otros bultitos más chicos en el cuello, consulté con mi médico de cabecera y lo que me dijo fue muy claro: “Discúlpame, pero ya pasaron dos meses y no es normal tener un ganglio inflamado tanto tiempo, te vas urgente al hematólogo”. Y aquí empezó otra historia, en la cual conocí a mi hematóloga, una gran persona que me sigue tratando hasta hoy. Lo que primero hizo mandar a hacerme urgente una punción. A los quince días volví con el resultado de la punción y no fue concluyente. Además, no tenía ningún síntoma no tenía cansancio, no estaba decaído ni tenía fiebre – estos son algunos de los síntomas característicos del linfoma- y fue por este motivo y para estar seguros mi hematóloga me ordenó de forma rápida sacar el ganglio para su estudio. El 7 de julio del 2016 me operaron, a los 10 días ya se tenía el resultado: Linfoma No Hodgkin folicular, grado 2 y estadio 4.
Al recibir la noticia viene una serie de pensamientos a la mente: ¿Y ahora qué hacemos?, ¿qué va a pasarme?, ¿qué voy a hacer con mi trabajo, con mi familia, con mis hijas? No sabés para dónde agarrar, solo querés acostarte a dormir y soñar, porque en ese estado te ves sano, libre, corriendo, saltando, riendo…pero al despertar ves que lo que te está pasando es real y sigue ahí, que no es un sueño. Ahí comienzan las consultas a varios lados, para saber qué posibilidades hay, qué tratamientos existen y para informarse más sobre el linfoma. Por suerte es bueno decirles que, para este tipo de situaciones y en los tiempos que vivimos los hematólogos siempre tienen un plan A, B, C y muchos más y también está el hecho de que cada año hay nuevos medicamentos que ayudan a llevar el proceso.