Ricardo Larraín nunca tuvo síntomas que lo anticiparan, pero un examen de rutina confirmó que tenía linfoma no Hodgkin. Nunca se sintió desbordado, tanto así que mientras se trataba aprendió a meditar, lo que había querido hacer por años. Y su vida no se detuvo. No aplazó proyectos, ni siquiera cuando tuvo una recaída. De hecho, en ese período –entre el “cáncer 1 y el cáncer 2”– estudió y se tituló de psicólogo. “Abrí una puerta que no sé a dónde va, pero me alegra haberlo hecho”. El cáncer de Ricardo hoy es una enfermedad crónica que deberá atender periódicamente.