MI HISTORIA

Cuando a su mamá, Nancy Cárdenas, le sobrevino un cáncer cervicouterino, Lorena supo en el acto que ella sería la encargada de acompañarla en lo que viniera a continuación. Tenía claro que las probabilidades le daban la espalda a su mamá, pero aún no tenía cómo dimensionar la profunda huella que deja en una persona la experiencia de acompañar a un enfermo terminal hasta su muerte.


TIPS

1. Respetar las decisiones del enfermo:

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“Cuando mi mamá tuvo una infección le dijeron la única posibilidad que tenemos de alargarte la vida es sacarte útero, ovarios e intestinos y dejarte con una bolsita para tus necesidades. Ella no quiso. Prefirió vivir bien lo que le quedaba de vida. A mí no me quedó más remedio que respetar su decisión. ¿Qué iba a hacer? Yo sufría al verla mal y podía imaginar cómo se debe sentir alguien que sabe que se va a ir y que lo va a hacer de la peor manera”.

2. La esclavitud del dolor:

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“El cáncer es una enfermedad que se ensaña con las personas. Claro, la muerte de mi mamá de alguna manera me liberó y quedé más tranquila cuando dejé de preocuparme del hospital, la morfina, los doctores y los exámenes. Pero la esclavitud del dolor permanece. De un dolor que no tiene sentido”.

3. La inmensa disyuntiva:

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“Los doctores me decían que todavía podían dializar a mi mamá, operarla y mil cosas más. Les pregunté qué harían ellos en mi lugar y uno me dijo: Si fuera mi mamá, la dejaría en paz. Hablé con mi hermana y obviamente no queríamos que se muriera, pero nos preguntamos si para ella valía la pena vivir así. Tomamos la decisión solas y optamos por no hacer nada. Fue terrible preguntar si podía quedarse en la unidad de cuidados paliativos, a donde llegan los enfermos terminales para morir en paz. Brutal”.

4. Reinventar la Navidad:

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“Empecé una campaña cuando mi mamá aún vivía. Ahora voy al hospital con mis hijos, juntamos regalos, les pido aportes a mis amigos y compro flores para las mujeres que están internadas. Ya llevo seis Navidades y me siento bien haciéndolo, me pone contenta, me trae paz. No soy sor Teresa, pero canalizo energía positiva para dejarla en un lugar donde la gente sufre”.

5. Tiempo de dolor:

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“Cuando se murió mi mamá se fue toda mi infancia, cuando aprendí a hablar, cuando aprendí a escribir, las tareas. Es el vientre. Conservo tres cosas que para mí son importantes: su teléfono, su colet y su Biblia. Y unas cajas que no me atrevo a abrir, porque no quiero saber todavía lo que ella estaba pensando cuando se iba a morir. Siento mucho dolor todavía. Es un dolor que permanece. Lo siento en el pecho”.

6. Esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor:

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“Este dicho de los montañistas es mi actitud recomendada para enfrentar uno de estos procesos. No tengo una receta, solo acompañar, ser empático, querer, querer, querer. Atesorar recuerdos, ser buena persona, porque después la gente se va, eso es lo único cierto. Uno se queda aquí y hay que aprender a vivir con eso. No sé qué más. No es mucho".