Cuando a su mamá, Nancy Cárdenas, le sobrevino un cáncer cervicouterino, Lorena supo en el acto que ella sería la encargada de acompañarla en lo que viniera a continuación. Tenía claro que las probabilidades le daban la espalda a su mamá, pero aún no tenía cómo dimensionar la profunda huella que deja en una persona la experiencia de acompañar a un enfermo terminal hasta su muerte.