MI HISTORIA

Cuando descubrieron su cáncer, Carmen estaba en primero medio. Hoy trabaja como publicista y se refiere con naturalidad a la fuerte experiencia que vivió cuando era adolescente.


TIPS

1. La diferencia de tratarse en Chile:

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“Mi doctor trabajaba asesorado y con los mismos tratamientos de una clínica en Houston, Estados Unidos, y me recomendó que me hiciera el tratamiento en Chile. Eso fue muy importante, porque si me hubiese ido quizás habría estado sola. O con mi mamá, pero sin mis hermanos. No sé qué habría pasado, pero tener a la familia cerca es mucho mejor para recuperarte. El día que me operé estaba todo mi colegio afuera, todos mi primos, mis abuelos... Nunca en mi vida había estado tan acompañada”.

2. La importancia de recibir cariño:

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“A veces no era rico que fueran a verte sin avisar, porque estaba cansada, pero eso lo pensaba cuando recién llegaba la persona. En los primeros dos minutos de conversación me sacaban del mundo que yo estaba viviendo. Eso lo entendió el resto de la gente antes que yo, por eso toda mi familia estaba conmigo casi todos los días, mis amigas del colegio hacían turnos para que yo no estuviese sola. Es bueno recibirlos a todos”.

3. Ganarle al dolor es ganarle a la muerte:

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“Mi doctor se portó increíblemente bien. Podía preguntarle lo que fuera y me contestaba: tú eres la enferma, te voy a decir todo. Nunca le pregunté si me iba a morir, porque sabía que eso no me iba a pasar. Quizás era muy chica para entenderlo todo, pero al principio estaba segura de que no me iba a morir. Tenía planes para cuando saliera de la clínica. Después, cuando sentía el malestar atroz de las drogas, cuando vomitaba todo, ahí sí que pensaba me voy a morir. Hasta que entendí que son dos las opciones: o te entregas a la muerte o sales del dolor y piensas que solo te quedan dos días de quimio y que después te vas a sentir bien”.

4. La fuerza del futuro:

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“El tratamiento te absorbe la vida, te excluye de lo cotidiano. Como no podía ir al colegio, dos profesoras me mandaban las tareas para la casa, pero no tenía el estado de ánimo ni las fuerzas para estudiar de verdad. Entonces, cuando no tienes las fuerzas en el momento, hay que agarrarse del futuro y eso hice yo: me aferré a lo que iba a hacer después, cuando todo esto acabara”.

5. Sin psicólogo formal:

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“Nunca tuve psicólogo, la familia era mi psicólogo. Una vez me llevaron a uno, porque todos los doctores lo recomiendan como apoyo, pero me dio la tarea de escribirle toda mi vida y yo dije no”.

6. Dios y la autogestión de la rabia:

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“Nunca en mi vida había estado tan cercana a Dios. Era lo único que me daba paz, a pesar de la rabia que de repente sentía cuando me preguntaba por qué me tocó a mí, si no soy una mala persona. Pero después pensaba que le podía ocurrir a uno de mis hermanos o a mis papás y preferiría mil veces que me pasara a mí”.

7. Ver lo bueno en lo malo:

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"Hay gente que tiene cáncer y se echa a morir. Mirando hacia atrás, pienso que si yo me hubiese echado a morir me habría convertido en una amargada y no hubiese vivido todo lo que viví, ni aprendido todo lo que aprendí, y mi familia no se hubiese unido tanto ¿Por qué de lo malo tendría que nacer algo peor? ¿Por qué mejor no disfrutar en lo malo? No por estar en la clínica vas a pasarlo mal si llega una prima o una amiga a verte. ¿Por qué no disfrutar al menos eso?”.

8. La gran lección:

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“Empiezas a valorar las cosas, a pensarlas mejor y a actuar con mayor conciencia. Ves otra dimensión de las cosas. No vives preocupado de tonteras que no valen la pena, entiendes que si te va bien depende de la persona que eres. De alguna manera, el cáncer te hace mejor persona”.

9. Mirar en retrospectiva:

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“Valió la pena vivir el cáncer. No me arrepiento y tampoco cambiaría mi historia, porque me abrió los ojos. Para mí no es un trauma hablar de mi enfermedad, me permitió conocer gente que de otra manera no hubiera conocido, me dio sabiduría y me permitió saber quiénes estaban cerca de verdad. Es una prueba de fuego”.

10. Lo que queda de un cáncer:

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"Cuando pasa tiempo el dolor se olvida, pero queda la experiencia. Yo no sé qué responder cuando me preguntan qué sentía, solo recuerdo que vomitaba y comía poco. Me pinchaban y sé que me dolía, pero no sé cuánto. No puedo revivir esos dolores, ya no los siento”.

11. Palabras a otra quinceañera:

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“A una niña de 15 años con cáncer le diría que es difícil, pero que se puede. ¿Para qué decirle lo malo si lo va a vivir igual? Y una idea: el error es pensar solo en la enfermedad. Así como la gente que solo vive para el trabajo cuando la despiden se queda sin nada, aquí es lo mismo: lo importante es tener algo más. Ojalá no se olvide de eso”.

12. ¡Tomate con cebolla!:

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“A mí me pasó algo con el tomate con cebolla, no sé bien por qué, pero cada vez que estaba de alta le pedía a mi mamá que me tuviese tomate con cebolla. No puedo explicarlo, las cosas simples empiezan a tomar otro valor”.