
Familia Aguiló Vidal
MI HISTORIA
Carla Vidal murió en noviembre de 2012, un par de semanas antes de cumplir 50 años. Cuando le diagnosticaron cáncer de páncreas le pronosticaron pocos meses de vida, pero el día que falleció habían pasado más de cinco años. Su marido, Osvaldo Aguiló, y sus hijos Amparo, Bruno y Vicente, la recuerdan como una mujer que tuvo una buena vida hasta el final. Pidió un ataúd blanco para que su familia y sus amigos lo llenaran de colores antes de llevarla al crematorio.
TIPS
1. Ritos:
Categoría: Otros
Amparo: “Los ritos ayudan, hacen que el tema no sea tan duro y se comparte el duelo de forma colectiva. Para el cumpleaños de mi mamá tiramos sus cenizas y pétalos al mar en Algarrobo. La gente que nos acompañaba desde la orilla cantaba los mantras que a ella le gustaban, eso me dio mucha paz. Fue una pena contenida, cobijada. Cuando medito, la invito a conversar conmigo. Tengo un pequeño altar budista en mi pieza con su foto”. Bruno: “El funeral y el entierro de mi mamá me marcaron mucho. Estoy muy agradecido del cura que hizo la liturgia. En un momento pintamos entre todos el ataúd, que era completamente blanco. Alguien llevó los pinceles, otra persona las pinturas. Amigos de mis papás tocaron música en vivo. Cuando salimos con el ataúd colorido todos aplaudieron. La quiero mantener viva en mi recuerdo, pero, al mismo tiempo, necesito desligarme un poco, dejar de pensar en su muerte, dejar de pensar que mi mamá ya no está, rehacer mi vida; lo cual es imposible, porque mi vida no es la misma desde que murió mi mamá”. Osvaldo: “Hicimos ritos en la clínica y después de su muerte también hicimos algunas cosas: un asado con el cura, un rito familiar en Isla Negra, celebramos la noche de Año Nuevo junto al mar, plantamos un árbol en la casa de sus papás. Fue la contraparte de lo que vivimos justo antes: mientras Carla estuvo en la clínica había 50 u 80 personas todos los días, durante tres semanas; su compañía nos reconfortaba mucho. Pero también necesitábamos desmitificarla un poco: cuesta lidiar con la imagen de una esposa y una mamá que está en un pedestal enorme”.
2. Cada uno vive el duelo a su manera:
Categoría: Estilo de vida
Osvaldo: “Cada uno de nosotros está en su terapia, cada uno ha vivido esto de acuerdo a sí mismo. Hemos tratado de ser cuidadosos y acogedores entre nosotros, de nuestros ritmos, según los tiempos y carácter de cada uno”. Amparo: “Se generó el aprendizaje de respetar las distintas etapas de duelo que todos tenemos. Uno espera que los demás estén viviendo lo mismo, pero es imposible. En un momento Bruno estaba muy activo con las tareas de la casa y nos exigía la misma energía, pero los demás estábamos más para adentro. A mí, en otro momento, me hacían falta los ritos colectivos y quería estar cerca de todos, pero Bruno me decía:‘Respétame, estoy llorando por dentro, no me interesa hacer ningún rito’. No podemos exigir a los otros estar en un lugar al que no les nace llegar”.
3. Escribir:
Categoría: Otros
Bruno: “Iba mucha gente a la clínica y no podían entrar todos a ver a mi mamá, así que hicimos circular unos cuadernos: la gente le escribía ahí y mi papá, en la noche, le leía las anotaciones. Se llenaron al menos dos cuadernos”. Osvaldo: “Como Carla lo menciona, para ella fue importante mantener un diario con anotaciones. De hecho, su experiencia de vivir con cáncer se transformó en el libro Sin paréntesis (Catalonia)”.
4. Ocupar su rol en la familia:
Categoría: Apoyo familiar
Osvaldo: “Yo me quedé sin interlocución para tratar las necesidades familiares y eso ha sido como quedarme desnudo. Las mujeres tienen una capacidad maravillosa de acordarse de pequeños detalles de sus hijos, desde los remedios, las fechas escolares, hasta los gustos de cada uno; para suplir esa mirada me ha ayudado conversar más con las madrinas, mi cuñada y sus amigas del alma”. Amparo: “Ella ponía mucho orden en la familia y, sin ella, nos desordenamos, hasta se nos olvidaba comer. Yo me sentía con la presión de tener que acercarme a ver cómo estaban los demás y acompañarlos, pero ni yo ni nadie tenía ánimo para hacerlo. Mi mamá nos juntaba. Cuando murió yo pensé que cada uno iba a encerrarse en su pieza, pero fue aliviador descubrir que era una cuestión de tiempo, porque entre los cuatro nos gusta conversar largo rato”. Bruno: “Después de que la mamá murió, había cosas que nadie hacía y las empecé a hacer yo, como barrer, el almuerzo, sacar la basura. Un día estaba mi hermano con su polola y les dije: ‘Ya niños, bajen a almorzar.’ Fue tanta la energía que desplegué en ese tiempo, que después no tuve fuerza para hacer mi pieza en varios meses”. Vicente: “Mi mamá era una especie de agenda. Ella me recordaba todo lo que tenía que hacer. Después, cuando empecé a ponerme más proactivo y fui al dentista, me di cuenta de que no había ido en muchos meses”.
5. El tema de la muerte:
Categoría: Otros
Osvaldo: “No hay manera de prepararse especialmente. Nosotros, durante estos cinco años en que la Carla estuvo con cáncer, nos volvimos medio impúdicos con el tema de la muerte. Muchas veces lo conversamos en familia, era un tópico abierto, nunca se privatizó, de hecho hacíamos hasta bromas con eso, humor negro. En muchos momentos el contacto era más emocional, pero siempre fue un asunto que se trató sobre la mesa. Nos fuimos encantando de la forma como se llevó al final”.
6. Comunicación intrafamiliar:
Categoría: Apoyo familiar
Bruno: “En la clínica nos acostumbramos a que todos estuviesen atentos a nosotros, a la familia, pero después nos dimos cuenta de que en el día a día nos teníamos a nosotros nomás. Lo bueno es que como familia tenemos la costumbre de hablar las cosas como son: si no nos gusta algo, se dice. Eso ayuda a mantener un equilibrio entre las cosas de uno y las de los demás”.