Esta es la segunda vez que me detectan el mismo cáncer. La primera vez en 2016 estaba en un proceso de duelo y no le di la real importancia que es tener esta enfermedad, Jamás hablé de lo que sentía y lo tomé casi como si fuese un resfriado. Realmente estaba enojada con el mundo, no quería sentirme enferma, pero me sentía todo el tiempo tan agotada: los tratamientos me hicieron “bolsa”. Te das cuenta de que la sociedad no sabe cómo comportarse cuando cuentas que tienes cáncer o alguna enfermedad similar. Me pasaba al ir a la Isapre y tengo claro que no lo hacían con mala intención, pero era siempre escuchar \¿Pero cómo tan joven?” o la típica \;tienes que ser fuerte\ o \cuando te preguntan ¿por qué? como si uno quisiera estar enferma. Eso me enojaba aún más con la vida y con la gente. Había días que no quería que me preguntaran nada, sólo quería que esto pasara. Todo ese año no me tomé ninguna fotografía estaba con los efectos del tratamiento y no quería que nadie me viera y menos recordar en lo que me había transformado. Se supone que estaba todo bien, pasó un año y a fines del año pasado me volvieron a detectar el mismo cáncer; no se había ido esta enfermedad. Sin embargo esta vez la enfrenté de otra forma, hice más visible lo que me pasaba, no me escondí, y estaba segura que no haría lo mismo que la vez anterior. Empecé a comer más sano, a hacer más ejercicios. Cuando me tuve que cortar el pelo (no se me alcanzó a caer todo), me dije no ocultaré las heridas, si ando morada o con un parche gigante por donde hacen el tratamiento pues bien son mis heridas de guerra y las muestro con orgullo. Ahora el tratamiento hizo efecto y eso me tiene feliz. Esta vez fue mucho más corto que la primera vez porque estuve rodeada de mucho amor y compañerismo. Pero ya sé que debo estar siempre haciéndome exámenes y cuidándome.